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Una buena vela nos ayudaría más en nuestro trabajo que la balista.
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Ezra atravesó con un virote de su balista la columna del otro.
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En cada proa se veía también una balista apuntando a los extraños.
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Eszrah se puso de nuevo las lentes antibrillo y cargó la balista.
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Una flecha de balista pasó silbando entre el dosel de los árboles.
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Zumbó la primera, muy poco después la segunda cuerda de la gran arbalesta.
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Y un enano jorobado con una enorme arbalesta con dos arcos de acero.
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Con la sacudida, Pasztor cayó al suelo de culo y soltó la arbalesta.
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Ahora baja ahí y usa la arbalesta para mandarlos a todos con el Embozado.
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Disparando una arbalesta, Ricardo vadeó hasta la playa, "pelirrojo, túnica y enseña rojas".
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Luego, gracias sean dadas a Dios, el mangonel detuvo su maligno bombardeo.
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No puedo luchar contra una balista, un trabuco o un mangonel.
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Álvar decidió colaborar en la construcción del primer mangonel; era primordial comenzar el contraataque.
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El mangonel... -Robinparecía perfectamente tranquilo, pero hubo de hacer una pausa y respirar-
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Por fortuna, el mangonel en construcción quedó intacto.
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Incluso les lanzó la cabeza de uno de ellos con el fundíbulo.
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Hugh intercambió miradas con los componentes del equipo del fundíbulo.
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Mahelt pasó el resto de la mañana disfrutando al aire libre con el fundíbulo.
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Un ingeniero de asedio fue hacia el fundíbulo de la izquierda y tiró de la palanca.
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Los atacantes instalaron una máquina de guerra, un trabuquete o fundíbulo como también se lo denomina.
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Un excelente fundíbulo, dos viejas catapultas, tres balistas.
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El fundíbulo de Nepociano alcanza trescientos pasos.
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Además, si atacamos, de poco nos servirá un fundíbulo, porque sus murallas son inmensas -intervinoEixemén Cornell-
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Movió entonces la cabeza señalando el fundíbulo-
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Busqué a Lars y lo encontré en la muralla de la ciudad, supervisando los arreglos de un fundíbulo.
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Una catapulta cuesta quinientos florines, una trebusetta doscientos, un fundíbulo como mínimo ciento cincuenta, la más sencilla balista ochenta.
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El segundo fundíbulo disparó.
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Los médicos me colocaban durante horas en un aparato de tracción idéntico a un fundíbulo medieval, hasta que no podía resistir el dolor.
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Mientras, los caballeros que mandaba Pedro Ahonés consiguieron traspasar el muro por la brecha que había hecho el fundíbulo y no encontraron demasiada resistencia.
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Entretanto, ya no solo disparaban las catapultas más pequeñas, sino también el fundíbulo, el arma poderosa que se había instalado en un puesto elevado.
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De manera que una mañana se dirigió hacia uno de los fundíbulos.